Malasaña 32

Manolo y Candela se instalan en el madrileño barrio de Malasaña, junto a sus tres hijos y el abuelo Fermín. Atrás dejan el pueblo en busca de la prosperidad que parece ofrecerles la capital de un país que se encuentra en plena transición. Pero hay algo que la familia Olmedo no sabe: en la casa que han comprado, no están solos...  

 Caso real


Albert Pintó, el director. Crea un ambiente que da muy mal rollo. Tanto que consigue transmitir tan bien lo que sucede en la casa, que traspasa la pantalla y hace partícipe al público de lo que está viendo, cómo si viviera en sus propias carnes lo que sufren los protagonistas. Y eso, pocos cineastas lo consiguen.

El cine español, no es válido en cualquier género. Hay que tener muchos elementos que haga funcionar la película. En el caso del Terror, en mi humilde opinión, esta está por encima de "Verónica", de Paco Plaza. Cuyo filme no me entusiasmó mucho. El caso real me resultó mucho más inquietante.

Algo que me llamó la atención. La calle donde ocurre la cinta, pasa del 31 al 33 sin que haya otro número entre medias -al igual que ocurre con el 17, el 34 o el 38, que tampoco los verás-. Por lo tanto, aunque pasees por esta zona, nunca llegarás a encontrar la dirección Manuela Malasaña 32. Imagino que el equipo de rodaje no quiso dar pistas de donde era el rodaje.

Las canciones escogidas para crear el tono lúgrube, me dejaron sorprendida. Pues son un acierto maravilloso.

Me mantuvo pegada a la butaca. Hubo momentos en que retumbaba toda la sala por el sonido 5.1 y claro, la sugestión ha sido mayor de la qué esperaba. Ya que por un lado se oía el crujir de la madera del suelo y muebles y por otro, el ruido que producía de las puertas, ventanas, etc... Y los gritos de los hijos, ya ni os cuento. Toda la sala casi en silencio. Ya que algún gritillo que otro escuchó etre el público, de los cuales, uno lo di yo, porque mi acompañante me estuvo poniendo nerviosa al decir mi nombre entre susurros. 😥 Después él tuvo el detalle de cogerme de la mano para que me calmara jaja. Y menos mal que lo hizo, porque si no, se entera de lo que vale un peine, jaja.

Cuando acabó la peli pude relajarme, pero cuando llegué a casa, los nervios volvieron y cuando me acosté, mi corazón iba a mil por hora. De hecho no queria levantarme para ir al baño, porque frente a el, en el pasillo hay un espejo, jaja.

En definitiva, nos gustó mucho y salimos muy satisfechos del cine. Algo que en pocas ocasiones nos ocurre.